La historia incompleta de la señora James

domingo, 27 de febrero de 2011


- ¿Dónde estamos? – la voz de la mujer es quebradiza y asustada.

- Deberías saberlo. Aunque la respuesta es “estamos huyendo” –se escucha una voz masculina la cual proviene del estéreo del auto de James.

- ¿Huyendo, de qué?

- De tu pasado, aunque me parece que lo perseguimos de igual modo.

- Mi pasado… - la voz de James se ahoga de golpe

- James, tenemos que parar en algún momento. No tardo en quedarme sin gasolina- Aquella voz empieza a escucharse en susurro.

- En la más cercana prometo parar

La mente de James se encuentra desordenada. Hay imágenes que pasan rápidamente, voces y dolor. No recuerda lo que ha pasado. Sólo logra ver la carretera y escuchar la voz que proviene del estéreo. Ella sabe que está a punto de enloquecer y que no es la primera vez que la escucha.

- A 200 metros se encuentra una gasolinera. Para, por favor. – aquella voz se escucha aún más cansada.

- Tengo que hacerlo. Dime… ¿qué voy a hacer después?

- No lo sé James.

Han llegado a la gasolinera y de inmediato la voz se extingue cuando James apaga el motor y retira las llaves para darlas al despachador. Ella recarga la frente en el volante y derrama una lágrima. Trata de recordar lo que ha pasado pero sólo identifica ansiedad y mucho dolor. No recuerda nada más que el camino de la carretera que ha estado siguiendo.

- ¿Te sientes mejor?- dice James

- Me siento mejor. Has pensado ya ¿A dónde nos dirigimos?

- No recuerdo ni el motivo del por qué estoy conduciendo sin rumbo ¿Qué me ha sucedido? – de pronto se empieza a escuchar una canción y aquella voz que proviene del estéreo calla para abrir paso a una letra estremecedora para James:

♭♩ ♪ Ando buscando una ilusión caprichosa,

algo que me dirija hacia ti,

te tengo una propuesta indecorosa,

de esos caramelos que no tienen fin.

Te voy a buscar

y te voy a encontrar,

en esos bares sucios donde te sueles ocultar.. ♪♭♩

Empieza a recordar lo que paso hace tres semanas. Arturo se fue y ahora ella huye de todos sus recuerdos pero de la manera más masoquista pues en su camino espera encontrarlo.

- James… ¿ahora recuerdas? – la canción paro de golpe para abrir paso a estas palabras.

- Lo recuerdo bien Sebastián.

- ¿Podemos regresar ya a casa?

- Yo no regresaré ahí. No más, necesito irme del país. Deseo dejar el D.F. Quiero iniciar de nuevo y tratar de superarlo y en el mejor de los casos olvidarlo.

- Sabes que si haces eso ¿dejaremos de vernos, verdad? Yo no podré irme de viaje contigo y nos obligaras a separarnos.

James se ha quedado meditando dicha posibilidad. Así que le propone a Sebastián un trato.

- Sebastián, vendrás conmigo. Preparé los papeles para la exportación. Yo no puedo irme sin ti. Toda mi vida me has acompañado, escuchado y guiado.

- James, yo iré a donde estés tú.

- Dime ¿en qué momento he empezado a escuchar la voz de mi propio auto? – un viejo mustang del año 1976 que fue un regalo de cumpleaños de su padre al cumplir ella 20 años.

- Desde el momento en que perdiste la cordura. En ese momento yo te he escuchado y he tratado de consolarte y apoyarte.

- Ya estoy cercana los 35 años, Sebastián. Y has sido el único que ha cumplido su promesa desde aquel verano de 1980 cuando mi mejor amiga murió.

De James y Sebastián se dejo de saber después de aquel febrero de 2009. Dejaron el D.F. y partieron hacia Europa. Sólo mando algunas fotografías a sus amigos los primeros meses de su partida. Dos años después no se han recibido noticias de ella. Pero si algo estuviese mal ella regresaría para perseguir su pasado.

Porque los ángeles son prietitos y bailadores.

domingo, 6 de febrero de 2011



Mientras esperaba el tren observe a una pareja molesta, ella caminaba con el rostro torcido en coraje y él con una mirada indiferente y un semblante enrojecido, vi de reojo como a ella se le derramaba una lagrima, en ese momento llego el tren y abrió sus puertas. Nunca acostumbro a tomar asiento por más cansada que me sienta, me dedico a disfrutar de mi música y mirar los rostros que acompaño por breves momentos.

Después de unos minutos contemple una cabellera corta, mugrosa y despeinada, una piel prietita, una figura esbelta y alta, cubierta por ropas holgadas y un poco sucias. Era un adolescente, estaba repartiendo chocolates baratos y unos volantes a los pasajeros, su caminar era distraído y bailador hasta cierto punto. No es nada extraordinario mirar estas cosas en los vagones del D.F. pero este muchacho tenía algo especial.

Al recoger sus chocolates y las monedas que le ofrecieran él se detenía movía la mano en señal de saludo y ofrecía una sonrisa honesta a quien lo mirara. Está claro que la gente a estas alturas no está acostumbrada a sonreír por distintos motivos, cansancio, distracción, falta de interés, lo que sea. Hubo gente que le devolvió el saludo o la sonrisa y otros pocos que ni siquiera lo miraron o fingieron demencia.

Se pasaba su delgada mano por los cabellos sucios, y buscaba la mirada de cualquiera, sus labios delgados y largos dejaban ver una sonrisa tímida pero feliz de ser. Al ver como saludaba y sonreía a la gente se me hizo un nudo en la garganta y aguante las ganas de soltarme a llorar, él no sabía hablar, y le costaba trabajo mantener una coordinación en su frágil cuerpo, sin embargo era capaz de sonreírle a más de un desconocido, su mirada infantil y perdida provocaba una emoción inexplicable, aquella que te da tranquilidad y gusto de haber encontrado.

Al pasar cerca de la pareja que aún seguía molesta, se dedico a mirarlos y les ofreció una amplia sonrisa, les ofreció uno de sus chocolates y salió del vagón. Se despidió del chofer del tren y se despidió de todos nosotros, aquella pareja lo miro y movieron sus manos a la par para despedirlo, después se tomaron de las manos sin decir nada. Las puertas se cerraron.

La noche es femenina

jueves, 3 de febrero de 2011

El ruido de las ruedas del tren retumban en su mente por breves segundos, una alarma le sigue, es la señal de que las puertas del convoy tiene que partir y todos los pasajeros deben estar lejos de las puertas. Son escasos los momentos donde ella puede concentrase . Mira la pantalla de su móvil son las 7:15 pm, unas inmensas ganas de salir de aquel vagón la han invadido, desea ver el cielo oscuro, las nubes grises, la imagen débil de una luna amarillenta y estremecerse por el gélido viento de la noche.



Pretende salir corriendo de la estación subir despavoridamente las escaleras, necesita sentirse libre y tirar el bolso en plena calle. En ese momento lo que menos desea es regresar a casa, se está ahogando, la cabeza empieza a dolerle, le falta el oxigeno y sus ojos se han llenado de lagrimas, los audífonos empiezan a hacerle daño. Anhela libertad e irónicamente nada la retiene en ese lugar.


-Tranquilízate por favor, tienes que superarlo, mujer no pasa nada- ella se consuela así misma.


Trata de creerse sus propias palabras, su mente retumba y su cerebro se ha empezado hinchar. La necesidad de libertad la está ahogando, la ciudad la aclama y ella solo necesita un hostal donde poder pasar la noche o en el peor de los casos una cafetería abierta hasta tarde. La ciudad se ha convertido en uno de los lugares más inseguros pero misteriosamente a ella eso no le mortifica, en muchas ocasiones cruza por su mente el hecho de que no sería mala idea morir a manos de algún desquiciado, pero lo considera segundos más tarde. Esas muertes mediocres no son para ella, no es un eslabón débil, no es la clase de persona deprimente que necesita que alguien más se encargue de la miseria de la vida que no tiene.


De un momento a otro ha dejado de escuchar la alarma del tren y se ve envuelta en la escalera que da hacia la calle. Se ha decidido, esta noche no llegara a casa, será exclusivamente su momento.


WHY´D YOU TURN AWAY?
HERE´S WHAT I HAVE TO SAY I WAS LEFT TO CRY THERE,
WAITING OUTSIDE THERE GRINNING WITH A LOST STARE
THAT´S WHEN I DECIDED


La letra se le ha venido a la mente, recordó que fue una canción que escucho en la radio mientras tomaba un baño para aligerar sus pesadillas de las últimas noches.