
Mientras esperaba el tren observe a una pareja molesta, ella caminaba con el rostro torcido en coraje y él con una mirada indiferente y un semblante enrojecido, vi de reojo como a ella se le derramaba una lagrima, en ese momento llego el tren y abrió sus puertas. Nunca acostumbro a tomar asiento por más cansada que me sienta, me dedico a disfrutar de mi música y mirar los rostros que acompaño por breves momentos.
Después de unos minutos contemple una cabellera corta, mugrosa y despeinada, una piel prietita, una figura esbelta y alta, cubierta por ropas holgadas y un poco sucias. Era un adolescente, estaba repartiendo chocolates baratos y unos volantes a los pasajeros, su caminar era distraído y bailador hasta cierto punto. No es nada extraordinario mirar estas cosas en los vagones del D.F. pero este muchacho tenía algo especial.
Al recoger sus chocolates y las monedas que le ofrecieran él se detenía movía la mano en señal de saludo y ofrecía una sonrisa honesta a quien lo mirara. Está claro que la gente a estas alturas no está acostumbrada a sonreír por distintos motivos, cansancio, distracción, falta de interés, lo que sea. Hubo gente que le devolvió el saludo o la sonrisa y otros pocos que ni siquiera lo miraron o fingieron demencia.
Se pasaba su delgada mano por los cabellos sucios, y buscaba la mirada de cualquiera, sus labios delgados y largos dejaban ver una sonrisa tímida pero feliz de ser. Al ver como saludaba y sonreía a la gente se me hizo un nudo en la garganta y aguante las ganas de soltarme a llorar, él no sabía hablar, y le costaba trabajo mantener una coordinación en su frágil cuerpo, sin embargo era capaz de sonreírle a más de un desconocido, su mirada infantil y perdida provocaba una emoción inexplicable, aquella que te da tranquilidad y gusto de haber encontrado.
Al pasar cerca de la pareja que aún seguía molesta, se dedico a mirarlos y les ofreció una amplia sonrisa, les ofreció uno de sus chocolates y salió del vagón. Se despidió del chofer del tren y se despidió de todos nosotros, aquella pareja lo miro y movieron sus manos a la par para despedirlo, después se tomaron de las manos sin decir nada. Las puertas se cerraron.
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