Los cambios han sido inesperados, sin embargo, no han sido dolorosos. Lo cual me hace sentir extraña, somnolienta; y aunque resulte ajeno, también siento miedo. Hace tanto que no me interesaba alguien, que no sentía la necesidad de compromiso. Hace tanto que no sonreía como idiota. En realidad había dejado de sonreír, verdaderamente, desde hace tiempo.
Es cierto, no hay dolor, y no tiene porque haberlo, pero… eso no me garantiza que no vaya a existir. La mayor parte del día me siento especial, y lo restante, lucho contra mí misma, para repetirme una y otra vez “esto no es real, no hay razón para serlo, si lo crees te va a doler”. Y a pesar de los pocos años, ya no quiero que duela ni un centímetro de mí.
Normalmente soy la clase de persona extrovertida, pero yo misma me freno con la intención de protegerme. Vaya que es una tremenda tontería, ya que yo estoy consciente de que no puedo protegerme toda la vida, que no puedo seguir desconfiando, sobre todo si se trata de estar con la persona que ha robado minutos esenciales de mi vida, en los últimos tres meses.
Y al saberme escribir esto, no me queda más que reiterar que sigo siendo idiota, que es posible que me dé un buen golpe y hasta me rompa algo más que la dignidad. Sé que me estoy preocupando por cosas que no deberían ser, no obstante, mi felicidad depende de todo tipo de cuestionamientos hasta animarme a dar el paso definitivo, y ahuyentar a los fantasmas propios y ajenos.
No me quiero enamorar, eso es un hecho, pero… cada vez me siento más alejada de este deseo. Yo, realmente quiero que este viaje no sea pasajero, ni tan doloroso, pero… la verdad es qué no sé nada, y posiblemente así este mejor.
0 comentarios:
Publicar un comentario