He dejado de escribir. Supongo que es reflejo de lo inerte que
he estado en este medio año (qué rápido se ha ido el tiempo). No me inmutado
por rasguear el sinfín de reportajes y cuentos, que me propuse cuando decidí tomar
mi año sabático. A pesar de que he leído más que de costumbre.
Este cambio se lo he achacado a que me encuentro en paz,
pero luego caigo en cuenta que es una irresponsabilidad muy grande de mi parte,
al tomar la escritura como un “método” para suprimir los sentimientos nada
gratos que acostumbran invadirme. Sobre
todo cuando decidí que será mi “estilo de vida”.
Escapé de una rutina… para sumirme en otra. Y la verdad es
que ésta no me satisface en nada. Extraño la universidad, y a unas cuantas
personas, pero aún no tengo ganas de regresar. He aprendido un poco de francés
y nada de inglés. Soy más distraída que antes. Tartamudeo más. Y me cuesta
mucho trabajo expresar mis ideas; ideas que según yo, tengo muy claras cuando
las pienso para mí.
En unos meses planeo regresar a los idiomas, y en más de medio año a la universidad. Con nuevos compañeros..., nostalgia y un poco de miedo.
2 comentarios:
Siempre he creído que las palabras dejan de serlo cuando mutan en sentimientos. Hay plumas que bailan y no paran cuando la felicidad los atañe, pero habemos muchas otras que transformamos el dolor y las penas en letras, en lo personal, creo que es cuando en verdad se desnuda el alma.
Saludos!
Marco: Agradezco mucho tu comentario (perdona, hasta apenas lo me percaté de su existencia).
Tus palabras son muy ciertas, de los sentimientos brotan proyectos brillantes, y muchas veces no son planeados.
Cuídate.
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