De esas veces que quieres parar el mundo, a ti misma… con la única intención de poder respirar, aclarar los pensamientos y apaciguar las ganas de huir. De otras tantas donde empiezas la búsqueda de un boleto a algún lugar que no implique más de seis hora de camino… -¡basta! Yo, no puedo con esto. De aquellas donde sabes que debes regresar, pero no está en tus planes. De otras que… no has podido ni siquiera empacar el primer juego de ropa interior, porque sabes muy bien que todo al final te lleva al mismo lugar.
Frita
sábado, 24 de diciembre de 2011

Debería dejar de pensar.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Los cambios han sido inesperados, sin embargo, no han sido dolorosos. Lo cual me hace sentir extraña, somnolienta; y aunque resulte ajeno, también siento miedo. Hace tanto que no me interesaba alguien, que no sentía la necesidad de compromiso. Hace tanto que no sonreía como idiota. En realidad había dejado de sonreír, verdaderamente, desde hace tiempo.
Es cierto, no hay dolor, y no tiene porque haberlo, pero… eso no me garantiza que no vaya a existir. La mayor parte del día me siento especial, y lo restante, lucho contra mí misma, para repetirme una y otra vez “esto no es real, no hay razón para serlo, si lo crees te va a doler”. Y a pesar de los pocos años, ya no quiero que duela ni un centímetro de mí.
Normalmente soy la clase de persona extrovertida, pero yo misma me freno con la intención de protegerme. Vaya que es una tremenda tontería, ya que yo estoy consciente de que no puedo protegerme toda la vida, que no puedo seguir desconfiando, sobre todo si se trata de estar con la persona que ha robado minutos esenciales de mi vida, en los últimos tres meses.
Y al saberme escribir esto, no me queda más que reiterar que sigo siendo idiota, que es posible que me dé un buen golpe y hasta me rompa algo más que la dignidad. Sé que me estoy preocupando por cosas que no deberían ser, no obstante, mi felicidad depende de todo tipo de cuestionamientos hasta animarme a dar el paso definitivo, y ahuyentar a los fantasmas propios y ajenos.
No me quiero enamorar, eso es un hecho, pero… cada vez me siento más alejada de este deseo. Yo, realmente quiero que este viaje no sea pasajero, ni tan doloroso, pero… la verdad es qué no sé nada, y posiblemente así este mejor.

Recuerdos de café
lunes, 24 de octubre de 2011

Hoy, después de 7 años me encuentro aquí, el que fue nuestro lugar. Uno de tantos...
Qué niños éramos, tú apenas habías cumplido 18 años y yo estaba en las últimas de los 16. Y ahora… ¿Qué te puedo decir, Damián? – Los años no pasan a ciegas. A pesar de todo, heme aquí invocando aquellos días, de la manera más ingenua que sé, con el pensamiento.
Recuerdo cada salir de clases, tú, como siempre esperándome en la puerta del colegio y yo corriendo para besarte y abrazarte. Ni siquiera esperaba a mis amigas, porque la única persona que me importaba mirar y escuchar eras tú….
¿Recuerdas aquellas tardes?
Siempre nos dirigíamos al subterráneo, buscábamos algún rincón del vagón, para besarnos con la intensidad de quienes aprenden a amar, para tocarnos por encima de nuestras ropas; lo hacíamos como un par de descarados, porque siempre lográbamos perdernos en nosotros, olvidábamos el espacio y el tiempo; como un par de locos. - ¿Qué habrá pensando la gente al vernos? ¿Crees que hacíamos mal? ¿Corrompíamos la moral y la educación que nos dieron en casa? No lo sé… pero no sabes cuánto lo disfrutaba- Pasaban y pasaban las estaciones, hasta llegar a nuestro destino.
Como un par de niños bien portados, salíamos del vagón tomados de la mano como si nada hubiese pasado, como si no nos estuviésemos muriendo por regresar y concretar el juego malicioso que habíamos iniciado. Simplemente abandonábamos la estación, mirándonos, hablando de cómo había sido nuestro día, riéndonos. Puedo jurar que la gente que nos miraba, envidiaba tanta felicidad. Al menos es el pensamiento estúpido en el que alojo todos esos buenos recuerdos.
Ese era nuestro lugar, un café, donde la mayoría de la clientela era gente mayor, hombres solos leyendo el periódico, fumando y bebiendo el clásico expreso, algunas parejas con su bebé, y alguno que otro muchacho con la mirada perdida en la pantalla de su laptop y en el caso más común alguna chica bien arreglada, esperando y mirando la hora en su celular… esperando a algún chico guapo pero al final un patán – quién iba a decir que después de 7 años yo estaría esperándote de nuevo…
-Hola qué tal ¿qué vas a ordenar? – esa era la pregunta del encargado, el joven que mirábamos de lunes a jueves, esa persona que fingía no reconocernos…
- Un Frappe Moka y un Té Chai – decías tú, con esa voz que me gustaba tanto, no era una voz dulce, ni mucho menos blandengue, era grave y firme. - ¿Está bien para ti? – Me preguntabas después de hacer la orden y para entonces a mí ya no me importaba… sólo quería pasar el resto de la tarde contigo.
- La orden de la mesa 7 está lista – gritaba el encargado, y tú siempre tan atento, te levantabas dándome primero un beso en la frente.
-¿Recuerdas nuestra mesa?
Porque hoy, al hallarme aquí, nada del lugar ha cambiado, de hecho al entrar lo primero que busqué fue ese rincón; la mesita para dos, acompañada por una fotografía enmarcada de la Ciudad hace 60 años atrás. Trato de no recordar los detalles morbosos, y me enfoco a lo bien que la pasábamos charlando y mirándonos como un par de idiotas.
-¿Cómo iniciaban nuestras pláticas, Damián? ¿En serio teníamos de que hablar? ¿O nos dedicábamos exclusivamente a alimentar el voyerismo de la gente?
No he pedido mi ya tan acostumbrado Frappe Moka… me muero por ir con la señorita tan encantadora del mostrador, para mirarle e implorarle un poco de azúcar, pero con todo y esas ganas, decido reprimirme… y conformarme con el insípido té de limón. La verdad es qué espero que llegues tú, y lo pidas por mí, sólo por mera curiosidad de saber si aún recuerdas mi bebida favorita. Y entonces yo te diré con una sonrisa – No te molestes así está bien, ahora bebo té – sólo para hacerte saber que he cambiado, y lo tontas que siguen siendo mis mentiras.
Miro a la poca gente que decide entrar al lugar, y nadie, absolutamente nadie se parece a ti. Vaya que estoy mal, me siento como un perrito faldero al cual pronto le traerán su bandeja de comida – más te vale traer una caja de chocolate amargo en las manos-, si esto me hace sentir estúpida, imagínate cómo me hace sentir, el haber olvidado mi reproductor o mi teléfono, pero quise evitarme el bochorno de estar mirando constantemente la hora en ellos, así como también evito mirar el mostrador, porque ahí, arriba de la cabeza de esa muchacha tan simpática, se encuentra la inquisidora forma de un reloj.
-Ana, no hagas ruido con el popote - te quejabas apenado- Ana, baja el tono de voz, Ana, Ana, Ana - ¿acaso no te cansabas de regañarme? Vaya hombre tan quejumbroso del que me enamoré.
No sabes cuánto extraño ese amor tan inocente, y al mismo tiempo tan intenso. No puedo decirte cuál era mi momento preferido, aunque todos los días hacíamos lo mismo, siempre eran tan distintos. Me divertía tanto, sentir mis mejillas sonrojadas, e implorarte con la mirada; intimidad y al mismo tiempo que dejaras de besarme. Eras tan malvado y arrogante.
Recuerdo que solíamos charlar de lo que habíamos aprendido en clase, otras tantas sólo te dedicabas a escuchar mis quejas sobre lo mucho que odiaba ir a la escuela, lo mal que la pasaba sin Georgina, y cuando quería fastidiarte, la vida que quería hacer contigo. Yo escuchaba lo solo que te sentías, los problemas que tenías con tu madre, y lo mucho que te costaba estar bien contigo. Pero en ese momento yo no comprendía la importancia de aquellas palabras.
En ese mismo lugar, fue nuestro primer encuentro, donde nos habíamos citado, sin conocernos si quiera por fotos. Pienso que éramos tontos, por haber accedido a la petición de Georgina y Jorge – odiosa vanidad la de este par, llamarse de la misma forma y creer que eso era señal de que debían de estar juntos ¡ja! Si se vieran a estas alturas meterían la cabeza en un hoyo, sólo del bochorno al recordar- Quise estar a tu lado desde que te vi, sentado, esperándome, con mirada nerviosa. Seguro era porque sabías que el estar ahí ya era señal de estupidez. Cuando me acerque y pregunté …
- Disculpa ¿tú eres Damián?
- Ana, mucho gusto, sí, sí soy – tendrías que haberte visto, sonreíste como un tonto, y yo me sentí tan halagada.
No creo que haya sido amor a primera vista… simplemente pienso que las cosas debían pasar de ese modo, para que fuera todo mucho más interesante y en el futuro ambos tuviésemos qué contar.
Damián, extraño tanto tus caricias, tus brazos fuertes, las palabras dulces al oído, las miradas coquetas, la temperatura de tu cuerpo, tu mirada que siempre parecía estar triste, tus cejas pobladas, tu voz…
Extraño poder entrar y salir de tu cama con una sonrisa, poder contar los lunares de tu cuerpo y buscar lo míos para saber si coincidían en el mismo lugar de ambos cuerpos. Nadie más duerme a mí lado con la necesidad de abrazarme durante el sueño, no como tú, me molesta que alguien más me tome y crea que es cómodo estar así, sin embargo, contigo hasta el caminar sin rumbo y durante horas, resultaba hermoso.
Nadie más me hace el amor, como tú, nadie más se molesta en poner música para quitarle un poco lo animal, al acto. Nadie más me abraza cuando me pongo a llorar porque duele, o porque me pongo nerviosa. A veces pienso que estás tú para tranquilizar y calmar ese dolor, pero al final no puedo encontrarte.
Tengo que irme Damián, no llegaste una vez más, y ya no puedo seguir esperándote. Quería saber cuánto has cambiado, si sigues siendo el hombre que provoca mi mala sintaxis, quería sentir mariposas en el estomago al verte, sonreírte una vez más. También quería decirte que llevo un mes, viniendo a la misma hora, sólo con la ilusión de poder verte; porque he decidido dejarte atrás para ir a perseguir al hombre que me ha robado la tranquilidad en los últimos tres meses.
Y deseo confesarle lo que siento, porque sé que no le soy indiferente, quiero ser libre, quiero enamorarme una vez más. He preparado mi maleta, para salir en el mismo vuelo que él, para no dejarlo ir, lo sé, yo no tengo remedio, siempre hago y digo locuras, pero esta vez deseo estar con alguien más que no sean tus recuerdos.
Quería despedirme de ti. Quería saber de ti, escucharte, abrazarte y poder irme tranquila. Ya es hora… es lo único que he podido pensar en todo este tiempo.
Extraño los momentos donde sólo éramos tú y yo, donde verte me hacia sumirme en un sueño profundo y disfrutar de su tranquilidad. No sabes cuánto me duele aún recordarlo, porque hace tanto que no tengo esa paz. Pero hoy es el día donde debo fingir demencia y en el peor de los casos trazarle un fin.

Me estoy enamorando de nuevo...
domingo, 16 de octubre de 2011
Ayer, mientras todo era felicidad y excitación, recordé tu rostro... aquellas facciones tan firmes, esa mirada tan timida, la voz tan dulce, y el jugueteo nervioso de esas manos... Tuve tantas ganas de tenerte conmigo, de mirarte a los ojos, de coquetearte, hasta lograr abrazarte y quizá hasta besarte.. De verdad que quisé compartir ese momento contigo.
Ansiaba poder tocarte, que te relajaras conmigo, que bailaramos juntos, quise hacerte el amor en plena multitud. Y al no saberte cerca, no pude hacer más que dejarme llevar por la música y llorar por dicha, por dolor, por ti.
Imaginaba lo bien que nos hubiesemos visto juntos, tal vez no tomados de la mano, pero si charlando sentados en el pasto, bailando y coreando nuestras canciones preferidas. Y debo confesarte que quise tanto que fuera verdad...
¿Te imaginas pasar esa noche juntos?
Seguro te llevaría por unas cervezas, te vería sin ningún rastro de cansancio, es más hasta trataría de ponerte nervioso con tan sólo mirarte. ¿Sabes? qué bueno que no fue así, porque no me hubiese importado ponerme ebria, llevarte a caminar sin sentido por las oscuras calles hasta encontrar un hotel de mala muerte...y la verdad, no me hubiese importado desnudarme sólo para ti.
Era lo qué más deseaba esa noche... y heme aquí escribiendote mis deshonestas intenciones... imaginandote a ti ... como algo más de mi propiedad.
Al final... no sabes cuánto te deseo.

Cuando te tenga
domingo, 2 de octubre de 2011

Hoy en día pocas cosas me importan, y una de ellas es tenerte.
Tenerte no es sólo poder reescribir corazones con tu nombre, soñar con tu rostro durante las noches, sentir mariposas en el estomago, sonreir al escuchar tu voz... Tenerte es dejar de añorar, dejar de sentir este maldito nudo en la garganta, llorarte por las noches cuando me siento sola, masturbarme imaginando que el que me está tocando eres tú, besar mi reflejo en el espejo imaginando que son tus labios y no el frio cristal. Tenerte alivia el vacio que tengo en éstos momentos.
Tener por quién salir, por quién ponerme bonita, por quién amar.
Cuando te tenga seguramente te llenaré de besos, de suspiros y de un millón de palabras. Cuando te tenga dejaré de escribirle al amor - ¿Qué más puedo hacer sino trazarle, llamarle, desearle? - Y así dejaré de extrañarte.
He leído que el hombre y la mujer estan aquí para complementarse, que uno necesita del otro, así pues necesito de aquella parte que he perdido a causa de los torpes recuerdos, aquella parte que tendrá que morir conmigo en las desgracias, aquella que se desangrara cuando los besos no sean suficientes, una parte que renacera con el coqueteo y la matiné.
No seras alguien que me complemente, porque resulta ser una razón estúpida e insuficiente. Simplemente deseo sentir, escuchar, y mirar a algo más que a mi reflejo. - ¿es muy egoísta de mi parte querer tener exclusividad? probablemente sí, pero me importa poco, tengo necesidades como cualquier humano o animal- Soy una mujer de costumbres eso es todo.
Cuando te tenga... dejaré de escribirte, de llamarte y de sobrevalorarte.
Cuando te tenga... las posibilidades de perderte seran infinitas. Cuando te tenga los conrjuros seran insufientes para poder mantenerte a salvo de la tragedia infinita que es el amor.

No importa

Hablamos para callar el silencio.
Caminamos para sentirnos vivos.
Dormimos para alimentar a los sueños.
Nos tocamos para extrañarnos despues.
El lado izquierdo.
No importa quién escriba para aliviar el alma,
Lo importante es que lo logra.
No importa leer para saber más,
Lo que importa es que lo disfruta.
No importa soñar,
Lo que importa es poder despertar.
Podría decirte que esta es la última vez que te quiero (seguramente lo podré cumplir), sin embargo, mis sueños te necesitan, mis palabras requieren remitente... A veces se ven perdidas en el aire, en mi garganta- si supieras que aún las tengo atoradas de la misma forma que a unos cuantos pares de lagrimas.
Observo como te alejas, siento como mis pies se han quedado plantados, y yo... inherte. No hay coherencia en este sentir, no hay razón en mi pensar, tampoco hay locura que ocultar.
Tonta de mí por tratar de explicar, algo que las palabras entorpecen.
(De este modo, yo, me he callado, y yo, he perdido).

Debería.
sábado, 14 de mayo de 2011

Debería guardar tus palabras, no en la memoria, no en un disco duro. Debería guardar tus palabras, no en el corazón, no en el alma. Debería guardar tus palabras, no en el cielo, no en suspiros. Debería guardar tus palabras en los labios, aquellos tan delgados y bien formados.
Debería guardar tus palabras para recordártelas meses después, Debería guardar tus palabras sólo para mí. Debería recordar que no las has dicho. Debería despertar.

Efectos de un Rob Roy
miércoles, 4 de mayo de 2011

Hace más de un mes que no había podido conciliar el sueño, el exceso de trabajo y problemas personales impedían que mis nervios se relajasen. Una parte de mí deseaba salir del D.F. para poder desaparecer de todo y de todos, sin embargo, la otra parte le tenía miedo al abandono de mis responsabilidades, e ilusamente creía que todo iba a estar bien, pensando que sólo era cuestión de tiempo.
Los días pasaban y, yo, seguía sintiendo la presión de todo aquello que me rodeaba. No tenía ganas de ir a la escuela, tampoco al trabajo y mucho menos de ver a mi novio. Lo peor, es que no podía expresar mis emociones, en todo debía poner una buena cara, sonreír y contestar con: un sí, lo haré enseguida, no te preocupes, estará listo en cualquier momento, discúlpeme y pronto nos veremos. Nada era lo que yo quería.
Un viernes, atorada en el tráfico quincenal, quería descuartizar a todo aquel que se atravesara en mi camino, estaba molesta e iracunda, los días estaban acabando conmigo, y yo me ahogaba sin mayor dificultad. Miré el reloj, llevaba más de una hora en pleno Periférico, después de esto, mi celular empezó a timbrar, era Ana, mi mejor amiga- ¡Hace tanto tiempo qué no sé de ella! pensé - con tanto trabajo se me había olvidado llamarle.
_ ¡Ana, qué milagro! – contesté.
_ Eres la peor mujer que he conocido, te has olvidado de mí… pero te perdono, sé que cuando desapareces algo anda mal, por eso te llamo. – la voz de Ana me hizo olvidar la ira.
_ Tenías que ser tú para saber estas cosas ¿cómo estás? – no me interesaba su respuesta, pero siempre lo pregunto por educación.
_ Bien, de hecho, necesito de ti en este momento.
_ No Ana, ando muy ocupada con cosas que salen hasta por debajo de las piedras, prometo ponerme en orden pronto, y así poder charlar y ver películas en mi casa.
_ No me interesa Elena, hace meses qué no sé de ti, te necesito en estos momentos y sé que tu también. Te espero en mi casa en media hora – Ana colgó y ni tiempo tuve de respirar.
Recuerdo que me causó molestia el modo en que ella me orilló a ir sin poder objetar nada, pero bueno, se trataba de mi mejor amiga y en parte tenía razón de actuar así, ella sabía que le inventaría alguna excusa para faltar.
Conduje hasta su casa, estando ahí, Ana, me recibió con un grito de alegría y un abrazo bien dado. Yo me sentí incomoda ante aquella atención, no me quedo otra que callar y sonreírle a aquel rostro bronceado.
_ Y bien… ¿para qué me necesitabas con urgencia? – pregunté con cierta emoción.
_ ¡Nos vamos a la playa! – al escuchar semejante estupidez enfurecí.
_ No, no puedo, sabes que aún tengo cosas que hacer y no es así de sencillo.
_ No es pregunta Elena, nos vamos y se acabó. – Ana enrojecía de emoción y coraje ante mi negativa - Tenemos que festejar que me iré a estudiar a Panamá y que David me ha pedido matrimonio, no aceptaré a David, pero cosas buenas han pasado, aunque la nostalgia empieza a invadirme, así que necesitamos estar juntas.
_ ¡Caray! Han pasado muchas cosas, a mí me ha estado yendo mal, por eso no puedo irme de aquí.
_ Ya tengo las maletas hechas, así que llévanos a la playa en este momento, no te preocupes mujer, cuidare de ti – Ana me guiño el ojo…
¡Todo paso tan rápido! En menos tiempo de lo que pude imaginar, ambas nos encontrábamos en un antro de Acapulco, de noche y con minifaldas. Yo, bailaba y bebía un Rob Roy, mientras Ana coqueteaba conmigo. Era una noche estupenda, donde las dos dejamos la cotidianidad, en la ciudad. Por un instante deje de ver a Ana frente a mí, para verla conversar con un chico, enfurecí un poco, no me gustaba que ella tomara decisiones tan a la ligera y que me desplazara por alguien más. Sabía muy bien cómo iba a terminar la noche, e irritada. Preferí salir de aquel lugar para pasear por el malecón.
Entonces ahí fue cuando lo vi, un muchacho de piel morena, de un rostro casi maduro. Su cuerpo me resulto bastante provocador, alto, delgado, pero al mismo tiempo tan fuerte, era la clase de persona que podía remover mis pasiones más bajas. Se me acerco y me dijo:
_ ¿Deseas compañía? – su acento era muy típico al de todos ahí, algo que me desagradaba profundamente, pero la voz era fuerte, igual que su cuerpo.
_No, estoy bien así- comprendí que no se trataba de una propuesta cualquiera, que era algo que sólo se manejaba por intereses monetarios.
_ Estás muy guapa, y yo no sólo te puedo ofrecer una noche, sino también una buena conversación.
_ He dicho que no, no te acerques – Él parecía tan atractivo, que en un momento de idiotez mío, consideré aquella propuesta, regresé al lugar donde se encontraba y…
Esa noche no dormí, ni siquiera pude recordar mi nombre, aquel muchacho despertó todas las pasiones que desde la pubertad había reprimido, mi cuerpo parecía tan moldeable y altivo. Pude saborear la juventud de su cuerpo, que, a pesar de sólo llevarle cinco años, me hacía sentir torpe, como una chiquilla que no se imaginaba lo mucho que le faltaba conocer la voz de su mismo cuerpo. Lo besé hasta marchitar sus labios, lo toque hasta tener impregnado su aroma en mis manos –qué, hasta la fecha no he podido olvidar -.
Sólo pague por dos horas de su compañía, pero él quiso quedarse toda la noche y parte del día en mi regazo. Tenía razón, era un magnifico conversador, cuando se nos acababa la saliva, era el turno de nuestros cuerpos, si los músculos no respondían más, entonces ambos contábamos parte de nuestras vidas, o de algún libro que habíamos leído.
Al despertar, Arturo – ese era su nombre- seguía dormido, lo desperté con un beso, le pagué y pedí que se marchara. Esa fue la primera vez que tuve que pagar por algo que podía tener en cualquier momento con mi novio, o hasta con algún amigo. Jamás sentí remordimiento, por hacer algo moralmente indebido, y mucho menos me lo reproché, simplemente ese fue el momento que quise vivir.
Regrese con Ana al D.F. Ni una pregunta de lo que pasó esa noche, ambas sonreímos, mientras hacíamos bromas de aquello que se nos ocurría al momento. Días después se marcho a Panamá, y yo seguía recordando aquel momento como una novedad más que en algún momento contaría a mi amiga.
Entretanto, los problemas no se acabaron, pero durante mis noches solitarias, me dedicaba a recordar los detalles morbosos.

¿Qué hay de malo en un beso?
miércoles, 30 de marzo de 2011

A mi familia:
domingo, 13 de marzo de 2011

17 de junio del 2014
En este momento yo he dejado de estar para escucharlos, para obsérvalos y para hablarles. Mi intención desde niña jamás fue llegar a vieja. Aunque muchas veces desee ser una gran mujer. Me imaginaba con una familia, con un trabajo, una cámara fotográfica, mi libreta favorita y varios pases de avión con dirección a cualquier parte del mundo. Quería seguir viviendo en mis novelas preferidas y enamorarme muchas veces. Pero enamorarme enserio, sólo una vez.
Hoy, el día de mi cumpleaños decidí privarme de mis expectativas futuras. Para mí no fue fácil despedirme y tomar esta decisión, pues sabía que dando un paso adelante, abandonaba cualquier posibilidad de cambiar mi vida, y seguir ideando y realizando proyectos. He cumplido 22 años, eligiendo no continuar.
En este momento tengo mucho miedo y tristeza. Mi vida no ha sido como la imagine. A pesar de demostrarles que soy una mujer soñadora, risueña y honesta. La única verdad es que me siento sola. Cuando empecé mis terapias con Iván, a los 18 años, él fue mi guía y mi amor secreto durante 3 años. En mí, jamás existió la esperanza de recuperarme y cambiar mi rumbo, sólo deseaba aprender a vivir, a que las cosas me dolieran menos y ser una mejor persona para ustedes. No lo logré.
Detestaba despertar sintiéndome vacía, sin motivación y con unas grandes ganas de volverme y cerrar los ojos. Pero no lo hacía. Porque aún en mis sueños vivir me dolía. No recuerdo cuándo fue la última vez que soñé con verdadera gratitud y mucho menos cuando escribí algo feliz. Siempre quise decir tanto, pero cuando me decidía simplemente mi mente y lengua no coordinaban y lo único que podía hacer era tirarme a llorar e implorar que me leyeran el pensamiento. No espero que lo entiendan, porque ni yo misma lo hago. Sólo sé que ya no quiero continuar. Tal vez, si es que existe algo más allá después de esto, pueda arrepentirme de mi decisión.
Mamá, por favor no me odies. Siempre tuve presente que en algún momento fuimos una sola, y que yo estuve aquí gracias al amor que te permitiste sentir hace años. No te reprocho mi existencia, simplemente no pude con lo que tú me obsequiaste. Tampoco quiero que llores. Sé que es imposible pedírtelo, pero tú decidiste tu camino, ahora déjame ir por la brecha que yo creé.
Gracias por iluminar mi camino en la niñez, por alzar la frente y trabajar por mi hermana y por mí. Por la familia en la que me criaste, por la fortaleza que me hizo seguir 22 años. Por la hermana que me diste y por ser tú, Elvia, mi madre y mi primer amor. La mujer que me impulso a luchar por mis sueños, la que me abrazo cuando caía, quien me apoyo siempre sin criticarme y por cuidarme de día y noche. Tú, quien ayudo a buscar mi cordura. La parte más grande de mí.
Bernarda, mi primera madre de tiempo completo, mi abuelita, “mi mami”. Mujer, gracias por velar por mí y por crear tan esplendida mujer que es Elvia. Tú me enseñaste a cantarle a la vida, fuiste mi ruiseñor, la mujer más hermosa que he conocido y la más bondadosa. Mi abuelita de piel morena y una gran sonrisa, jamás te vi enojada, pero sí, muchas veces triste. La cabeza de mi familia, luchadora, que fue capaz de dejar sus raíces y creer en el amor.
No llores prietita, no por mí. Toda mi vida te quise y te ame. Hoy ayuda a todas a festejar mi cumpleaños y la llegada de una nueva etapa. Sólo recuérdame en fotos, no más. Bernarda, no seas frágil. Enséñales el placer de cantar, sigue deleitando a nuestra familia con tu hermosa voz y tu rico sazón. Platícales tu historia para que ellas en un futuro puedan contarlas y hasta escribirla. Dales valor para amar.
Paola, hermana. Sé que estarás pesando en lo idiota que fui, en cómo pude hacerle esto a mis mujeres. No me juzgues, porque me llenas de tristeza. Perdón por renunciar a ser tu hermana, y dejar de ser tu confidente las noches que lo necesitas. Fuiste mi ejemplo a seguir en la niñez. Mi confidente en mal de amores. La mujer que me escribía cartas cuando me vea triste, quien me ayudaba en la vida. Tantas cosas Paola, fuiste tú quien me enseño a jugar y crecer. A hacerme la digna con los muchachos. Quien me criticaba cuando algo no me salía y la persona que me bajaba de las nubes. Te amo, gracias por crecer, dormir y soñar conmigo.
Victoria, tía. Sólo quiero pedirte disculpas por no poder ser tu hija, y por descuidarte cuando estabas enferma y necesitabas apoyo. Perdón por mi falta de empatía y por jamás demostrarte el amor que sentía por ti. Recuerda que en tu nombre llevas más de estas mujeres y que no debes dejarte caer tan fácil. No como yo.
Y por último, quiero despedirme del amor de mi vida, aquel hombre que pudo hacerme feliz y quien me pudo cobijar todas las noches. Perdón por no esperar a comprenderte, y dejarte solo en el encuentro. Siempre estuve ansiosa de conocerte, para poder amarte. Pero estas mujeres pueden hablarte de mi impaciencia. Tal vez este era nuestro destino.
Gracias a todas ustedes que me hicieron creer hasta el final en el amor.
Dana
1992 – 2014.

La historia incompleta de la señora James
domingo, 27 de febrero de 2011

- ¿Dónde estamos? – la voz de la mujer es quebradiza y asustada.
- Deberías saberlo. Aunque la respuesta es “estamos huyendo” –se escucha una voz masculina la cual proviene del estéreo del auto de James.
- ¿Huyendo, de qué?
- De tu pasado, aunque me parece que lo perseguimos de igual modo.
- Mi pasado… - la voz de James se ahoga de golpe
- James, tenemos que parar en algún momento. No tardo en quedarme sin gasolina- Aquella voz empieza a escucharse en susurro.
- En la más cercana prometo parar
La mente de James se encuentra desordenada. Hay imágenes que pasan rápidamente, voces y dolor. No recuerda lo que ha pasado. Sólo logra ver la carretera y escuchar la voz que proviene del estéreo. Ella sabe que está a punto de enloquecer y que no es la primera vez que la escucha.
- A 200 metros se encuentra una gasolinera. Para, por favor. – aquella voz se escucha aún más cansada.
- Tengo que hacerlo. Dime… ¿qué voy a hacer después?
- No lo sé James.
Han llegado a la gasolinera y de inmediato la voz se extingue cuando James apaga el motor y retira las llaves para darlas al despachador. Ella recarga la frente en el volante y derrama una lágrima. Trata de recordar lo que ha pasado pero sólo identifica ansiedad y mucho dolor. No recuerda nada más que el camino de la carretera que ha estado siguiendo.
- ¿Te sientes mejor?- dice James
- Me siento mejor. Has pensado ya ¿A dónde nos dirigimos?
- No recuerdo ni el motivo del por qué estoy conduciendo sin rumbo ¿Qué me ha sucedido? – de pronto se empieza a escuchar una canción y aquella voz que proviene del estéreo calla para abrir paso a una letra estremecedora para James:
♪♭♩ ♬ ♪ Ando buscando una ilusión caprichosa,
algo que me dirija hacia ti,
te tengo una propuesta indecorosa,
de esos caramelos que no tienen fin.
Te voy a buscar
y te voy a encontrar,
en esos bares sucios donde te sueles ocultar.. ♪♭♩ ♬ ♪
Empieza a recordar lo que paso hace tres semanas. Arturo se fue y ahora ella huye de todos sus recuerdos pero de la manera más masoquista pues en su camino espera encontrarlo.
- James… ¿ahora recuerdas? – la canción paro de golpe para abrir paso a estas palabras.
- Lo recuerdo bien Sebastián.
- ¿Podemos regresar ya a casa?
- Yo no regresaré ahí. No más, necesito irme del país. Deseo dejar el D.F. Quiero iniciar de nuevo y tratar de superarlo y en el mejor de los casos olvidarlo.
- Sabes que si haces eso ¿dejaremos de vernos, verdad? Yo no podré irme de viaje contigo y nos obligaras a separarnos.
James se ha quedado meditando dicha posibilidad. Así que le propone a Sebastián un trato.
- Sebastián, vendrás conmigo. Preparé los papeles para la exportación. Yo no puedo irme sin ti. Toda mi vida me has acompañado, escuchado y guiado.
- James, yo iré a donde estés tú.
- Dime ¿en qué momento he empezado a escuchar la voz de mi propio auto? – un viejo mustang del año 1976 que fue un regalo de cumpleaños de su padre al cumplir ella 20 años.
- Desde el momento en que perdiste la cordura. En ese momento yo te he escuchado y he tratado de consolarte y apoyarte.
- Ya estoy cercana los 35 años, Sebastián. Y has sido el único que ha cumplido su promesa desde aquel verano de 1980 cuando mi mejor amiga murió.
De James y Sebastián se dejo de saber después de aquel febrero de 2009. Dejaron el D.F. y partieron hacia Europa. Sólo mando algunas fotografías a sus amigos los primeros meses de su partida. Dos años después no se han recibido noticias de ella. Pero si algo estuviese mal ella regresaría para perseguir su pasado.
